Y, si no
- Carlos Rodríguez Mora
- 15 abr 2019
- 2 Min. de lectura
Recuerdo conversaciones, momentos íntimos, situaciones embarazosas, lágrimas derramadas en el suelo y gritos lanzados al cielo. Presuntuoso en el acto de vivir y pausado y celoso en el acto de amar, rencoroso en las acciones más íntimas de nuestra alma, hambriento en aquellas acciones más crueles de mi comportamiento, cruel y despiadado. No siempre puedo controlar mis actos, respondo, ante todo, sin miedo, con sinceridad y con mucha chulería y poco respeto.
Son los silencios los que pueden conmigo. Las acciones que no puedo controlar, los momentos que no están programados, las mentiras y las promesas incumplidas. Tengo arrebatos de loco ante tales instantes, algo se apodera de mí, algo de lo que a veces tengo miedo. Es como si una fuerza mayor se apoderara de mí, incumplo todo tipo de normas, me inclino ante la obviedad de la crueldad, dejo a la ceguera de mi soledad que actué por mí sin importar el daño cometido.
Rumbo a las estrellas vuelo despacio, más bien sueño que me dirijo. No es posible que un tipo como yo, llegue a contemplar semejante belleza. Si fuera ciego vería todo aquello que con los abiertos no veo, ojalá alguna vez poder ver con el corazón y dejar de limitar mi ser. Incumplo todo aspecto racional, lloro cuando debo estar feliz, con el ceño fruncido cuando he hecho algo bien, me miro al espejo y lo pago todo con él, solo veo un único culpable en esta relación, siempre en primera persona, incauto en todo momento, movido por el orgullo y no por sus sentimientos.
No puedo perdonar. Imagino cosas que nunca llegaron a pasar, las imagino y las creo, mi mente crea mundos tan reales como el que veo a partir de mis ojos, me compadezco ante un mundo de mayor crueldad, impaciento aguardo la eterna oscuridad, una en la que sé que no voy a pasar de soñar. Soñar y ser en verdad quién soy, me desconozco en este pequeño espacio, incumplo todas las normas del lugar, observo mis rarezas, sé de sobra que aquí no tengo lugar, prefiero escapar. Pruebo a rezar ante tal discriminación social, aún no sé dónde puedo encajar, me doy por perdido, me abandono en el olvido, quiero que el chico que vi una vez en el cristal del espejo se rebele y actúe ante su dueño.
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