Lo que siempre quise escuchar
- Carlos Rodríguez Mora
- 15 abr 2019
- 2 Min. de lectura
Siempre he tenido la sensación de que da igual el sitio en el que me encuentre, siempre sobro. Es un sentimiento que he interiorizado desde niño, del que he construido una fortaleza y me ha servido para saber lo importante que es saber estar solo, la importancia que tiene conocerse a uno mismo. Entendí que no puedo compartir nada, que yo soy el único que no me puedo fallar, que pase lo que pase siempre yo estaré y que nadie estará, por ello, yo siempre me he dicho lo que necesitaba escuchar, hasta cuándo me afectaba directamente.
Solo, así fue como he aprendido todo. Nunca he necesitado la ayuda de nadie, tampoco la he pedido. Quise ser como esos chicos que salían en las películas: fuertes, altos, valientes, misteriosos y dispuestos a cualquier cosa para conseguir sus objetivos. Sueños que han forjado un carácter, sentimientos demasiados avanzados para un niño de corta, sentimientos que se han incrementado con el pasar de los años y que me han forjado diferente al resto, opuesto.
La crueldad de mis días me la provoco yo. Es duro decirlo, pero yo he sido quién construido una burbuja dentro de mi ser, el que nunca se ha dejado por los demás, el que cerró la puerta para siempre, el que nunca dejó que nadie se acercara a sus sentimientos, siempre con una mano en el pecho para proteger que nadie me robara el corazón. Inquieto y susceptible en el arte de vivir, meticuloso y dogmático, siempre defendiéndome, siempre huyendo de los demás.
Ahora siento que hay muchas cosas que me he perdido y que me hubiese gustado disfrutar. Ahora sé, que siempre me hubiese gustado escuchar las palabras de mi madre y que siempre ignoré, los consejos de mi padre, las llamadas de mis amigos, las lecciones de mis profesores, los llantos de mi alma; nunca me dejé escapar, siempre fui el monstruo.
Interiorizar sueños nunca fue bueno, recrearlos aún menos y perderte en ellos era el laberinto que nos aísla de toda realidad. Siempre pienso que la vida no tiene sentido, que la vida en sí es como la de un naufrago perdido en una isla remota de toda civilización: perdido, temeroso, loco, frágil, inquieto, asustado. Desconozco quién ha encontrado la respuesta de la vida, pero lo que sé es que encerrado en mí mismo nunca la voy a encontrar, sé que este mundo es de valientes y no de cobardes, que la ruleta de la vida un día se para y ya la bola no corre, no seré el yo el que se quede como un pasmado mirando como pasa. Alimenta a la vida de realidades.
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